La Humildad - Verdadera Grandeza

1 Samuel 16:7 - Y Dios dijo a Samuel: "No mires a su parecer, ni lo grande de su estatura; porque Yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre, pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, más Jehová mira el corazón".

Reflexión:

La verdadera grandeza consiste en ser humildes. La humildad nos permite desarrollar cualidades que son agradables ante los ojos de Dios. Cualidades como el ser compasivos, justos, llenos de amor, paz y amabilidad por los demás. A consecuencia de desarrollar esas cualidades, llegarás a tener un corazón conforme a Dios como lo tuvo el rey David. Si conoces la historia de David, sabrás que hizo muchas cosas malas, sin embargo supo reconocer sus faltas con sincero arrepentimiento y humildad delante de Dios, y Dios le perdonó, le exaltó y le bendijo al punto de ser quien derrotó al gigante Goliath y ser rey. A pesar de sus errores, David tenia un corazón semejante al de Dios. Quizás para nosotros (que miramos solo sus errores) no lo tenia, pero para DIOS quien solo conoce nuestro interior y nuestro corazón verdaderamente, si lo tenia.

Dios no mira a aquel que se cree grande, se justifica y se enorgullece a si mismo llegando a creer que tiene todas las cualidades; DIOS mira precisamente a aquel que el mundo descalifica, y no cree capaz, a aquel que recibe el menosprecio de la gente, pero el reconocimiento y el ascenso de DIOS porque ve más allá de lo que nosotros vemos. De nuestras limitaciones e imperfecciones, el Creador va desarrollando y perfeccionando el ser humano que le sirve y desea que seamos, para ser semejantes a ÉL.

Si alguna vez te has sentido, como a todos nos pasa, que no somos capaces o que no servimos porque, el enemigo o las personas a tu alrededor buscan desanimarte y pretenden que creas que no lo lograrás, quiero que sepas que estás camino a alcanzar tu propósito y tu bendición. Busca siempre esforzarte y ser un luchador, rendirte ante las circuntancias no es una opción. Lo más importante es que conserves un corazón humilde y sincero delante de Dios, que reconozcamos que nada somos sin ÉL.

Es ahí donde está nuestra verdadera grandeza y la herramienta para vencer a los gigantes que se presentan en el camino, no con nuestras fuerzas, sino con las de AQUEL en quien verdaderamente somos grandes y fuertes.

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